La formas que se disuelven
Todo comienza sin nombre, en el filo de algo que ya no es del todo. Una modulación apenas, como el pliegue de una tela húmeda colgada en medio de una casa deshabitada. No importa si fue palabra, carne o trazo: lo que inaugura la realidad no es su forma, sino el modo en que esa forma se retira. Como si cada aparición arrastrara en secreto su caída. Un rostro que se borra en la lluvia. Una línea de tiza que se disuelve en la acera. Un sonido que se va antes de haber llegado del todo. Y allí, donde nada se afirma, algo ocurre. Algo sin nombre, sin rostro, sin borde. Una especie de claridad que no puede fijarse y por eso deslumbra. El mundo no nace, se fuga. Las cosas no comienzan, se desvían. El primer acto de todo lo que existe es el acto de desaparecer. Se insiste en decir que la forma ordena, que la forma protege, que sin forma todo sería caos. Pero lo que realmente asienta las cosas no es su forma, sino la manera en que esa forma se niega a mantenerse. Toda figura verdadera vibra con ...